Guitarras, un ukelele violeta, un piano, un teclado, micrófonos, una batería, paneles de acondicionamiento acústico alrededor de toda la habitación, parlantes de todos los tamaños, entre otros elementos, visten uno de los cuatro, únicos, consultorios de musicoterapia de Tucumán. A pesar, de la disciplina tiene más de 50 años de historia en el país, son pocos los profesionales y mucha la desinformación. LA GACETA reunió a tres musicoterapeutas para preguntarles de qué se trata su profesión.

“La musicoterapia es una disciplina que usa el recurso musical con fines terapéuticos, ya sea de promoción, prevención o rehabilitación de las áreas cognitivas, comunicativas, emocionales, sociales y de inserción”, define Josefina Porta, licenciada en Musicoterapia desde hace cuatro años y docente de Educación Especial. Su colega Camila Sassot Viña agrega: “apunta a desarrollar potenciales y/o restablecer funciones del individuo buscando que pueda emprender una mejor integración intra e interpersonal y así alcanzar una mejor calidad de vida”.

ABRAZO GRUPAL. Los vínculos son una parte importante de la terapia. la gaceta / fotos de osvaldo ripoll

La musicoterapia es una disciplina vinculada con la salud, y la única que tiene una formación específica en la utilización del capital musical. “Hace un tiempo se instaló con fuerza en el imaginario colectivo que la música tiene un poder terapéutico en sí misma”, detalla Antonio Díaz, musicoterapeuta e integrante del servicio Infanto Juvenil del Hospital del Carmen. “Pero esa concepción tiene defectos -remarca-. La música es un estímulo que nos afecta en profundidad a los seres humanos. Pero eso no significa que tenga objetivos terapéuticos en sí misma. Porque para que los tenga debe ser parte de un proceso, en un espacio determinado y con un profesional que haga un diagnóstico, una evaluación y un seguimiento, a veces interdisciplinario, del paciente”. Díaz también trabaja en el Instituto de Psicopatología y Psicoterapia Integral Manuel Corbalán (Ippi), donde trata pacientes adictos.

¿Cómo usan la música?

“En musicoterapia las actividades no rondan alrededor de cantar o tocar bien un instrumento. Es todo lo contrario”, explica Porta. “Para nuestra profesión todos pueden y todos son capaces de hacer música. Se la entiende como una vivencia o una experiencia. No como un arte del que hay que tener un conocimiento específico”, distingue. Y para resumir su concepto añade el título de un libro de Edith Lecourt, una renombrada musicoterapeuta y psicoanalista francesa: “el grito está siempre afinado”, que hace referencia a la libertad musical que hay en esta disciplina.

Porta, al igual que sus colegas pretende dejar en claro su actividad y subraya: “los musicoterapeutas no enseñamos música. Tampoco buscamos que suene lindo, sino que nuestros objetivos son terapéuticos, que el paciente preste atención, mejore su memoria, se relacione con los otros”.

Sassot Viña indica que se trabaja desde lo saludable: “no se trabaja a partir de la falta o el problema o la discapacidad. Sino desde lo que el paciente puede, sus creaciones, sus producciones. El protagonismo es de él”.

“Desarrollamos nuestro trabajo a partir de todo lo que suena: la palabra, el cuerpo. Hay casos en los que tuve que prestar atención a las variaciones en la respiración para poder crear un vínculo con el paciente. Trabajamos con lo corporal y con todo lo que comunica por eso lo hacemos en un espacio amplio. Contamos con un set instrumental que incluye desde juguetes hasta instrumentos de todo tipo, pasando por elementos de descarga que no se rompen o que suenan con el mínimo movimiento”, explica Díaz.

Los protagonistas

“Yo quiero ser una actriz y cantante famosa”, comenta con firmeza Rosario, de 18 años, que por momentos se muestra tímida. Sin embargo, cuando llega el momento de pararse frente al micrófono se convierte en pura alegría y luz. Tiene Síndrome de Down y hace tres años que una vez a la semana acude sin falta a su encuentro con la musicoterapia. Porque como ella la define: la música es su pasión.

“Es notable como la musicoterapia ayudó a mi hija a conectarse con su alrededor de otra manera”, afirma Cecilia Barthaburu mamá de Paula, de 18 años, que es paciente de musicoterapia hace cuatro años. “Tiene Síndrome de Down y además, hipersensibilidad auditiva. Por eso nunca pensé que la música sería un recurso que le permita reunirse con todo eso que había dejado atrás, porque sufría mucho al escuchar volúmenes muy altos. Se aturdía. Ahora, en las condiciones adecuadas, puede disfrutar del canto, del baile o de tocar un instrumento”, describe la mamá.

A estos testimonios se suma el de Lía Bernis, madre de Milagros, de 18 años, que sufre un Trastorno del Espectro Autista (TEA). “A Mili siempre le gustó la música, pero me fue muy difícil encontrar un lugar donde pueda aprender a desarrollar este gusto. Pasamos por experiencias desafortunadas. Hasta que por medio de una pedagoga me recomendaron la musicoterapia, y Mili empezó a descubrir nuevas formas de relacionarse por medio de esta práctica que tanto ama”, comenta.